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El Dante, no por casualidad, empezó su viaje dando los primeros pasos por el Infierno, luego pasó al Purgatorio para abordar por último el Paraíso. Se enfrenta con valentía a atravesar el submundo de sus emociones, recorre los 7 Pecados Capitales y se entera de sus consecuencias, luego hace una purificación: cambia lo que puede y acepta lo que no puede cambiar, entonces por fin, se libera de sus ataduras ocultas. Recién ahí, ligero de equipaje, se deja deslumbrar por la belleza inédita que se abre ante sus ojos: llegó por fin al verdadero gozo.

Algunas personas creen que si niegan los problemas que existen en su interior, gozan de la vida y pueden disfrutar el día a día. Este engaño los acompaña por cortos períodos y más tarde cuando decae la manía, aparece la depresión. Pero sienten que no pueden quedarse ni un minuto en ese lugar -por miedo a ser chupados-, y necesitan volver a retomar su supuesto buen humor. Para lograrlo tienen que redoblar la apuesta y ponerse cada vez más lejos de sí mismos. El humor de estas personas está cargado de bromas hacia los demás, de burlas y de sarcasmo (pura proyección de lo que niegan). La risa que ostentan es como una mueca, rígida. Por más que se esfuercen, la negatividad que ocultan se les escapa por los poros, aparece en su carácter agrio o provocándose enfermedades. La única gravedad de este cuadro es creer que lo saben todo y empacarse en lo conocido. Si se siente el dolor que está oculto tras ese falso humor, es posible encontrar la ayuda para comenzar a vivir mejor.

En el Evangelio hay una frase muy significativa que siempre me llamó la atención “Donde abundó el pecado, sobreabundó la Gracia”. Soy consciente que nuestro Ser es impecable y luminoso, pero no lo es nuestra personalidad. Si hacemos una revisión diaria de las diferentes conductas que hemos tenido y los infaltables errores cometidos, podremos ver cuál es el perjuicio que nos traen en la cotidianeidad y también, cómo aparecen nuevas soluciones (la Gracia). Vamos a seguir equivocándonos, es así, es humano y no hay que asustarse, pero ese registro atento de nosotros mismos posibilita que poco a poco el panorama se armonice. No es cuestión de proponerse ser mucho mejores, eso también es del ego, solo más conscientes de quienes somos y como nos relacionamos. La consciencia ordena por sí misma y el cambio se produce ante nuestra mirada atenta, sin que sea la personalidad la que se esfuerce.

Expresarnos con honestidad nos libera de pesos, de máscaras, de imágenes engañosas que muchas veces nos cuesta sostener. Claro que para eso hay que ir encontrando los ambientes propicios para manifestarnos, no es posible ser “ingenuos” y que nos despedacen quienes viven engañosamente.

Considero valiosísimos los testimonios de personas honestas, de cualquier entorno socio-económico o cultural, siempre es interesante escuchar la voz sincera de quien intenta vivir con mayor autenticidad. Todos resonamos con su experiencia. Nos vemos en los espejos de quienes son honestos. Como decía Terencio: Nada de lo humano me es ajeno. Solo nos separamos enormemente cuando nos refugiamos en las máscaras del ego, si abrimos el corazón y nos animamos a conocer al prójimo, es posible comprendernos unos a otros.

Son muchos los años de hábitos defensivos (negación, racionalización, proyección, etc.) como para que esta nueva forma de vivir nos resulte sencilla.

No lo es. Y no lo será por mucho tiempo…

No obstante, lo poco que vamos logrando nos ilumina el alma y nos sentimos contentos de iniciar el cambio.

El primer paso es que no nos asusten los monstruos escondidos en el placard, todos los tenemos, pero además, los monstruos surgen por ignorancia por sobredimensionar los errores, por sentirnos menos que los demás, por creer en el castigo merecido, por considerar que en nosotros no puede haber nada bueno…

Sufrimos por nuestras creencias que se fueron forjando a través de “verdades” que otros nos inculcaron, por el miedo a fracasar (el fracaso no existe), la vida es ensayo y error. Y aquí queda clara la frase evangélica citada anteriormente. Cuanta más consciencia tenemos de nuestros errores, claro que nos vamos a equivocar mucho menos.

El Ser Humano está en construcción constante, no es un modelo terminado, nos esperan saltos cualitativos en nuestra propia existencia. Esto no significa que esos saltos serán espectaculares, pero si profundos y vivificantes… Inés Olivero – 26.6.2011