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A medida que evolucionamos, nuestro único trabajo ineludible es ocuparnos de conocer la totalidad de lo que somos. Integrar todos los aspectos que les proyectamos a los demás -tanto los rechazados como los idealizados-, es la meta de la espiritualidad. El poema de Walt Witman «Canto a mi mismo» (Hojas de Hierba) nos detalla este propósito alcanzado. Cuando nos vamos acercando a ello se modifica totalmente nuestra apreciación de los demás. Todos, en alguna medida son nuestros espejos, con mayor o menor fidelidad reflejan virtudes o defectos nuestros. De allí la condición de «hermandad» de la raza humana. Compartimos esa sustancia básica que se compone de sensaciones, emociones, pensamientos y acciones y que utilizamos con múltiples combinaciones. Vamos elevando el rendimiento en la medida que nos abrimos a niveles más amplios de Conciencia. El CONOCIMIENTO nos espera cuando reconocemos nuestra participación en el TODO. Mientras nos sentimos separados, mejores o menos importantes que otros, solo jugamos con «la ilusión» de conocer la realidad. Mediante el reconocimiento de nuestra conexión profunda con Lo Sagrado, con actitud humilde, se nos abre el horizonte y podemos ser co-Creadores con Dios (o como cada uno pueda concebirlo) y tener Paz Interior.

Inés Pérez Arce  – 15.10.17