Si no creemos en nosotros mismos. Si no confiamos en que hemos venido a este mundo a enriquecer a la Humanidad con nuestro sello único, individual y sagrado, no somos ADULTOS MADUROS, solo niños con cuerpos de grandes, obedientes, copiando los modelos del entorno que han sido más valorados.

Una suerte de «simulcop» calcado (perdonen la expresión pero los de mi época sabrán que quiero decir) que replica lo elegido por otros. Tratando de ser buenos, haciendo cosas que nos muestren como tales, como hacen los chicos.

Crecer significa atravesar la historia desde las entrañas, enfrentando las propias miserias y alumbrando los dones escondidos. Significa también morirse de miedo, de angustia y soledad desesperadas, significa decir NO o aprobar lo que tal vez otros rechacen.

Ser UNO MISMO es una condición difícil de encontrar entre la sociedad actual, sin embargo, sin llegar a serlo no tenemos autoridad moral para alzar la voz y seguir andando el Camino. Ningún Sí Mismo trata de que otro lo reconozca, por lo tanto tampoco quiere decirle a nadie lo que tiene que hacer. No obstante, sin haber trabajado profundamente en su interior, está lleno de quienes se ofrecen como modelos. No pueden ser modelos para nadie, ni para hijos, ni para alumnos, y mucho menos para el grupo social al que pertenecen. Basándose en la «conveniencia» de acomodarse lo mejor posible, pasean su hipocresía y ocupan mucho espacio público.

Si no nos damos cuenta de que nuestra sociedad contiene a un número mayoritario de adultos “como sí» que son niños disfrazados de «su ideal» el que solo copian de modo grotesco, NO TENEMOS SALIDA. No hay elecciones que valgan, no se busca afuera la solución, se la «da a luz».

Inés Pérez Arce 9.4.15